El miedo nos ayuda a sobrevivir, pero es frecuente que si nos aleja siempre del peligro, vivamos con un sentimiento de amenaza continua.
El tipo de personalidad evitativa está caracterizada por el alivio que representa alejarse del malestar. Produce gran sensación de calma ver que podemos librarnos de algo que consideramos dañino, amenazante o peligroso. Cualquiera puede sentirlo así. El problema es que si es un método muy repetido en este tipo de ocasiones, la tendencia será a tener cada vez más miedo. Nos puede hacer sentir más frecuentemente atenazados ya que la pregunta que aparecerá en nuestra mente será ¿podré alejarme la próxima vez a tiempo? No siempre uno tiene garantías de poder distanciarse y no afrontar ciertas situaciones cotidianas: No siempre puede garantizarse que no te van a preguntar en público, que vas a tomar la decisión correcta en el trabajo, que vas a caer bien…
Aquellos que tienden a la personalidad evitativa suelen ser personas con buenas cualidades sociales y de relación pero tienen un elevado desgaste debido a su necesidad de agradar, de caer bien y ser reconocidos. No porque quieran ser el “alma de la fiesta” sino por no caer mal, simplemente.
Obtener la calma de la manera descrita, implica que no se acumulan experiencias de éxito que hagan sentir que lo que en principio se temía no era para tanto. Veamos un ejemplo: si lo que uno teme es poder quedarse encerrado en un baño público y luego no poder salir, basta con no cerrar la puerta del todo, pero lo más probable es que a la larga sea más fácil no usarlos por si entra alguien. ¿Realmente es tan fácil quedarse encerrado? Si la manera de calmarnos fue evitando, lo que ocurrirá es que nunca sabremos si es tan probable y nuestra vida se habrá llenado de un miedo más.
Las características de la personalidad evitativa están marcadas en mayor o menor medida por las siguientes características:
• Tener dificultades para tomar las decisiones cotidianas si no se cuenta con un excesivo consejo y reafirmación por parte de los demás.
• Necesitar que otros asuman la responsabilidad en las principales parcelas de la vida.
• Tener dificultades para expresar el desacuerdo con los demás debido al temor a la pérdida de apoyo o aprobación.
• Tener dificultades para iniciar proyectos o para hacer las cosas a la manera de uno (debido a la falta de confianza en su propio juicio o en sus capacidades más que a una falta de motivación o de energía).
• Ir demasiado lejos llevado por el deseo de lograr protección y apoyo de los demás, hasta el punto de presentarse voluntario para realizar tareas desagradables.
• Sentirse incómodo o desamparado cuando se está solo debido a temores exagerados a ser incapaz de cuidar de uno mismo.
• Cuando termina una relación importante, buscar urgentemente otra relación que proporcione el cuidado y el apoyo que se necesita.
• Estar preocupado de forma no realista por el miedo al abandono.
Un buen objetivo sería proponer a las personas con estas características retos para que tengan que afrontar algunos de sus miedos. Si se hace de lo menos a lo más agobiante, enseguida se conseguirá sentir que merece la pena no hacer renuncias por los miedos, sino porque no apetece, o no se desea.