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Noticas sobre el trastorno de la personalidad por evitación, timidez y fobia social.
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Hay personas que se sienten más cómodas trabajando o estudiando en casa sin necesidad de salir de su zona de confort. Es posible que, gracias a las restricciones debidas a la pandemia por la covid-19, se hayan acostumbrado a establecer sus relaciones personales a través de las pantallas.
Algunas de estas personas pueden tener dificultades para relacionarse cara a cara. Las redes sociales les han facilitado establecer relaciones sociales sin hacer esfuerzos. Para ellas, la vuelta a la normalidad supuso un momento de gran inquietud y malestar. Veamos a quién afecta y por qué ocurre esto.
Ansiedad social elevada
Las personas con trastorno de ansiedad social o fobia social tienen miedo intenso a exponerse a una gran variedad de situaciones sociales. La razón es que temen ser juzgadas o valoradas de forma negativa. Si se exponen cara a cara a situaciones sociales, piensan que son el centro de atención, cuando en realidad quieren pasar desapercibidas. Tienen miedo a no saber comportarse, a que la gente se fije en ellas o en su apariencia física.
Para manejar sus miedos se comunican poco, con escaso contacto visual y evitan hablar de ellas mismas. Cuando se relacionan cara a cara, experimentan muchos síntomas fisiológicos como, por ejemplo, sudoración, sonrojo, temblores. Todo ello les produce gran malestar emocional e insatisfacción con su vida. Por ello, evitan asistir a reuniones sociales. La ausencia de contactos hace que tengan menos amigos y sea menos probable que tengan pareja o relaciones sexuales.
Las personas con fobia social no renuncian a tener contactos sociales, a pesar de lo dificultoso que les resulta. Esta es la razón principal por la que, para ellas, internet se convierte en un medio de comunicación más amigable y seguro.
¿Comunicación presencial o por internet?
¿Cómo afecta la comunicación presencial y la comunicación en internet a las personas con fobia social? Para responder a estas cuestiones se han realizado numerosos estudios, la mayoría con adolescentes y estudiantes universitarios. Hasta el momento, se han podido identificar algunos aspectos importantes. La comodidad en su uso y la edad son algunos de ellos.
La comunicación vía internet permite a las personas con fobia social tener y mantener relaciones anónimas de forma cómoda. Esto les genera mayor sensación de seguridad y les evita preocupaciones sobre su apariencia. Además, pueden ocultar su temor a presentar síntomas fisiológicos de ansiedad (por ejemplo, temblar o sonrojarse).
La edad es otro aspecto importante a tener en cuenta para conocer el impacto de la comunicación digital. La utilización de esta forma de comunicarse varía entre las distintas generaciones, ya que tienen diferentes niveles de formación técnica y aceptación de la digitalización.
La generación de los baby booomer tiene mayores dificultades para adaptarse a las nuevas tecnologías y, por tanto, mantiene mayor interés en la comunicación presencial. El miedo les aísla socialmente y les produce sentimientos de soledad y malestar emocional. Sin embargo, cuando se relacionan vía internet, lo hacen de forma más segura y espontánea.
Jóvenes y relaciones sociales cara a cara
Los millennials o generación Y, conocidos como los nativos digitales, y la generación Z, la generación de las redes sociales y la comunicación digital han crecido realizando muchas actividades de relación con los otros a través de internet.
En estos grupos, la ausencia de contactos sociales de forma presencial puede ser una conducta habitual. Por eso es mucho más difícil identificar si es producto de la ansiedad social o incluso de otras patologías. Muchos de ellos aceptan que sus relaciones solo se dan a través de las redes sociales. Esto favorece que pierdan oportunidades de implicarse en muchas actividades que se dan solamente cara a cara.
Además de la comodidad y la edad, el tiempo de exposición a las redes también debe tenerse en cuenta. Las personas con fobia social emplean aproximadamente el mismo tiempo en las redes que aquellas que no tienen fobia social. Sienten que pueden regular mejor la frecuencia y duración de sus contactos sociales cuando se comunican vía internet. Se relacionan cuando quieren, con quién quieren y durante el tiempo que quieren. Esto les permite ir construyendo sus relaciones sociales de forma gradual y en condiciones más controladas.
Resumiendo, cuando se estudia por qué los jóvenes emplean internet en sus contactos sociales se obtienen algunas conclusiones interesantes. Indican que se sienten más cómodos, menos inhibidos, se pueden expresar con mayor libertad y están menos preocupados por lo que piensen otros sobre ellos.
Utilidad de la comunicación digital
Para el Instituto Nacional para la Calidad de la Sanidad y de la Asistencia de Reino Unido (NICE, por sus siglas en inglés), la forma más apropiada para ayudar a las personas con fobia social es el tratamiento cognitivo conductual. Con la ayuda de un profesional de la psicología, se propone a los pacientes que se expongan de forma gradual a las situaciones que temen.
Internet puede ser de ayuda a quienes presentan ansiedad social, pero como en las relaciones cara a cara, la única forma de conocer e incrementar su círculo social es interactuar y compartir experiencias.
Carmina Saldaña García. Profesora Emérita en Psicología Clínica e Intervención Psicológica, Universitat de Barcelona.
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Los padres de Nicolás nunca dieron mayor importancia a lo que ellos calificaron como una excesiva timidez. ¡Ya se le pasará cuando madure! decían, no hay que obligar al chaval a relacionarse si no se siente cómodo.
El hecho de que Nicolás fuera hijo único les servía también como explicación a esa timidez que sus padres empezaron a notar en las reuniones familiares cuando, de niño, Nicolás era muy reticente a jugar con sus primos. Claro, pensaba su madre…él está acostumbrado a estar solo en casa y muy tranquilo con sus libros y sus juguetes y, de repente, se encuentra con una pandilla de niños gritones que no paran de correr y de alborotar. Es normal que se sienta sobrepasado, ¿quién no?
Así transcurrió la infancia y adolescencia de Nicolás: rodeado de muy pocos amigos, con los que apenas salía un par de veces al mes para ir al cine o a tomar algo. Cuando salía era casi porque “le obligaban”. Por esa época todavía sus padres veían muchas ventajas a la exagerada timidez de su hijo: “así nos quitamos la preocupación por la tontería de los botellones” decían. Si el chico es feliz así, ¿qué le vamos a hacer? ¡un joven que disfruta estando con sus padres! para nosotros es más bien un regalo caído del cielo.
Los padres de Nicolás siempre usaban esa idea para justificar la timidez de su hijo. Él es feliz así. Pero la realidad es que jamás le preguntaron a él. Jamás sospecharon que detrás de ese comportamiento había muy poca felicidad y mucho sufrimiento.
A los 32 años, Nicolás se había convertido en un adulto muy introvertido. Esos rasgos se fueron acentuando con el paso del tiempo. Después de tres años trabajando en un despacho de abogados tuvo suficiente autonomía para irse de casa, así que decidió alquilar un piso en el edificio de enfrente de sus padres.
Un día, al regresar a casa del trabajo, Nicolás sintió que el corazón "se le disparaba". Sintió una presión tan fuerte en el pecho que creyó que se le iba a parar. Trató de respirar, pero sentía que le faltaba el aire. Pensó que iba a perder el conocimiento y creyó que lo más sensato que podía hacer era llamar a emergencias y a sus padres.
Nicolás acudió a la consulta de un psicólogo derivado con carácter urgente por el médico de atención primaria después de sufrir un ataque de ansiedad. En esa primera cita, Nicolás explicó que últimamente se sentía triste, apagado y muy incómodo sobre todo cuando estaba rodeado de gente. Solo se sentía bien cuando llegaba a casa y se tumbaba a ver la tele solo en el sofá. Nicolás relató al psicólogo cómo había sido su vida social desde niño: desde que recordaba, había vivido evitando el contacto con los demás. Siempre prefería estar solo. Eso se había mantenido hasta la edad adulta. Nunca había tenido amigos íntimos y, a lo largo de los años, fue notando que cada vez le era más difícil relacionarse y conocer a personas nuevas. Nicolás reconoció que se veía incapaz de relacionarse por temor a ser rechazado por los demás, a no ser aceptado y a hacer el ridículo.
La crisis de ansiedad de Nicolás se relacionaba con una propuesta de ascenso en el despacho de abogados en el que trabajaba. La misma semana del ataque,le habían ofrecido un nuevo puesto en el que tendría que acudir a reuniones con clientes importantes a diario e incluso viajar.
Ante el asombro de su jefe -que veía mucho potencial en él y que creía que precisamente ese nuevo puesto le iba a ayudar a enfrentarse a su timidez- Nicolás dijo que tenía que tomarse unos días para pensarse lo del ascenso. Desde entonces, su cabeza solo estuvo ocupada en tratar de encontrar un argumento que sonara razonable para rechazar ese nuevo puesto. Incluso pensó en inventarse que su madre estaba enferma.
Más allá de la timidez: el trastorno de personalidad evitativo
Después de varias pruebas, Nicolás fue diagnosticado de trastorno de personalidad evitativo (TPE). Cerca de un 1% de la población sufre trastorno de personalidad evitativo, que se caracteriza por presentar una tendencia al retraimiento social.
Los padres de Nicolás se sintieron culpables por no haber puesto remedio antes a la timidez de Nicolás, pero la realidad es que nunca creyeron que su hijo sufría por ello hasta ese punto.
Los expertos insisten en que conocer la existencia de este trastorno de la personalidad y sus principales síntomas, puede ayudar mucho en la detección precoz del problema. El caso de Nicolás es un buen ejemplo de cómo las expectativas de sus padres y su desconocimiento sobre que podía haber una patología asociada a su temperamento retraído, influyeron a la hora de retrasar el inicio del tratamiento. Nunca se les ocurrió llevar a su hijo al psicólogo. Normalizaron. Pensaron que no había un problema y, lo que es peor, pensaron que Nicolás era feliz así, viviendo en su mundo.
Qué es el Trastorno de personalidad evitativo
Como explica el profesor de psiquiatría de la Universidad de Arizona (EEUU) Andrew Skodol, “El trastorno de la personalidad por evitación se caracteriza por eludir situaciones sociales o interacciones que impliquen un riesgo de rechazo, crítica o humillación”.
Lo característico de estos pacientes es que sufren, porque añoran la interacción social, de hecho, suelen ser personas con una gran sensibilidad hacia los sentimientos de los demás y suelen presentarse como personas muy condescendientes, amables, consideradas y con empatía personal. Pero debido a este miedo al rechazo, limitan sus interacciones con la gente, tienden a ser relativamente solitarios.
Esto tiene un efecto muy negativo en su bienestar emocional. Además de que suelen tener una baja autoestima, carecen de una red social que podría ayudarles cuando lo necesiten. Una persona con este trastorno de la personalidad está desatendiendo una de las necesidades básicas del ser humano -las relaciones sociales- que describió el psicólogo humanista estadounidense Abraham Maslow a mediados del siglo XX en su famosa pirámide de las necesidades humanas.
Cómo se diferencia una persona con TPE de una persona tímida
La idea general es -como en todos los trastornos de la personalidad- que normalmente se dice que hay psicopatología cuando un rasgo se convierte en patológico, es decir, cuando un rasgo hace que una persona sufra y que no pueda funcionar bien en su vida. La timidez puede ser muy molesta e incómoda para quien la sufre, pero no tiene porqué ser un trastorno de la personalidad.
De hecho, los criterios diagnósticos de un TPE son estrictos en ese sentido.Según la guía DSM-5, (Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders, APA, 2013) los criterios que deben cumplirse para poder diagnosticar el trastorno de personalidad por evitación, son que los pacientes deben tener un patrón persistente de alejamiento del contacto social, sentirse inadecuado, e hipersensibilidad a la crítica y el rechazo. Este patrón debe manifestarse junto a 4 o más de los siguientes elementos:
- Evitación de actividades relacionadas con el trabajo que impliquen contacto interpersonal, porque temen que van a ser criticados o rechazados o que la gente los desaprobará
- Falta de voluntad para involucrarse con la gente a menos que estén seguros de que serán apreciados
- Reserva en las relaciones personales porque temen al ridículo o la humillación
- Preocupación de ser criticado o rechazado en situaciones sociales
- Inhibición de las nuevas situaciones sociales porque se sienten inadecuados
- Una visión de sí mismo como socialmente incompetente, poco atractiva, o inferior a los demás
- Renuencia a asumir riesgos personales o a participar en cualquier actividad nueva para no sentir vergüenza
Otro de los requisitos a cumplir para poder diagnosticar un TPE es que los síntomas deben haber comenzado en la edad adulta temprana. Como en el caso de Nicolás, el comportamiento de evitación se suele iniciar durante la infancia con vergüenza, aislamiento y temor a los extraños y a situaciones nuevas.
“Los pacientes que de adultos van a desarrollar el trastorno de personalidad evitativo se vuelven cada vez más vergonzosos y evitadores a lo largo de la adolescencia y al principio de la edad adulta, cuando las relaciones sociales con gente nueva se hacen especialmente importantes”, como explica Rubén Muiños en la guía de Psicopatología clínica de la Universidad Oberta de Catalunya.
El trastorno de personalidad evitativo sí se cura
Según el DSM-5 (APA, 2013), el trastorno evitativo en los adultos tiende a hacerse menos evidente o a remitir con la edad. Además, existe tratamiento.Este se centra en la terapia cognitivo-conductual focalizada en las habilidades sociales. Suele funcionar bien la terapia individual que tiene en cuenta las hipersensibilidades del paciente hacia los demás.
La farmacoterapia eficaz incluye antidepresivos y ansiolíticos que ayudan a reducir la ansiedad lo suficiente como para que los pacientes puedan exponerse a nuevas situaciones sociales. La idea que trasmiten los profesionales de la salud mental es que un trastorno de la personalidad como este sí tiene solución, siempre y cuando la persona que lo sufre manifiesta la firme voluntad de curarse y se implica en el tratamiento.
Fuente: NIUS.